jueves, 27 de agosto de 2009

Cuento breve de Leo Masliah

Dormía, creo. Amanecí anhelando prosperar. Apetecía triunfar. Decidí jugar. Salí corriendo. Conduje volando. arriesgando morir. Calculé. Aposté, proyectando ganar. Logré empatar. Debí parar. Presumiendo continué. Odié perder. Sufrí, recuerdo. ¿Habría podido acertar?, especulé. Supe olvidar. Recapacité. Elegí renacer. Resolví mejorar. Ansío aprender, ¿entendés? Sigo temiendo fracasar. Pretendo ir volviendo, regresar partiendo. Intentaré llorar, chillar, patalear: podría reventar. Estuve tratando. Desearía conseguir explotar. ¿Llegaré? Detesto alardear. Quiero probar. Terminaría diciendo: llueve.

(«70 verbos» es un cuento breve de Leo Masliah, que aparece en el libro La buena noticia y otros cuentos, Ediciones de la Flor, 1996.)

miércoles, 19 de agosto de 2009

Biblioburro no es un cuento de Garcia Márquez

7 Diciembre 2008 de Gabriel Cruise

Articulo New York Times

Ante las numerosas peticiones de información sobre Luis Soriano, y su bonita y solidaria iniciativa en medio de una zona colombiana devastada por guerra vuelvo a publicar de manera actualizada la historia de Biblioburro.

“La historia de Biblioburro parece sacada de un relato de realismo mágico, pero es mucho más que eso. Es una historia que ejemplifica la voluntad humana, el tesón y el profundo compromiso de un humilde maestro rural con la gente de su país.

Como todos los cuentos tiene un principio… “Todo comenzó en el pequeño y perdido pueblo de La Gloria, cuyo poético nombre quedo eclipsado en los mapas y la literatura mundial por su proximidad geográfica al famoso Aracataca, que inspiro el mítico Macondo de García Márquez. Pero hace 10 años ese dato no amilano a un humilde maestro llamado Luís Soriano, y menos el día que decidió colocar sus 70 libros en las alforjas de sus dos burros, a los que más tarde llamó Alfa y Beto, y establecer un sistema de biblioteca ambulante para recorrer toda una zona devastada por la guerra.”

Soriano creía que llevando y prestando libros a la gente que no los tiene y enseñándoles a leer mejoraba las condiciones de vida de los habitantes de su empobrecida región y de Colombia. Por ese motivo en su recorrido semanal a lo largo del camino realiza numerosos paradas para leer fragmentos de los libros a los niños que le aguardaban para tomar en préstamo sus libros. Así en medio de ese clima de violencia, durante todos los fines semana de los últimos 10 años, su obstinación le ha hecho atravesar junglas, valles y ríos de una zona inmersa en una guerra civil y transportar a lomo de sus burros, miles de libros como novelas, textos, pesados tomos de enciclopedias, y diccionarios pertenecientes a su biblioteca personal los cuales ha ido adquiriendo con su modesto sueldo de 350 dólares mensuales.

Según Soriano “Biblioburro comenzó como una necesidad suya, luego fue una obligación, que después se convirtió en una costumbre. Ahora es ya una institución compuesta por un hombre y dos burros, que es lo mismo que diez patas”.

Soriano que nunca había viajado fuera de su comarca y menos del país, poco a poco ha traído el mundo a su tierra en los lomos de sus burros. Su novel iniciativa ha llamado la atención de importantes personalidades de la cultura y la educación en su país hasta el punto de que el director colombiano Carlos Rendón Zipaguata ha decidido hacer un documental sobre la historia de Luís Soriano y su Biblioburro.

Hasta tal punto ha crecido el sueño de Soriano que su fama ya no se limita a Colombia, ayer el prestigioso diario The New York Times publicó un artículo de Simón Romero sobre Biblioburro. La pequeña institución de Soriano ya cuenta con 4,800 libros y con 300 personas que regularmente toman prestados libros. También su fama le ha permitido viajar por primera vez hasta Bogota. Allí según sus palabras, aun medio impresionado por las colecciones y por el imponente diseño Art Deco del edificio de la Biblioteca Nacional se sintió ordinario y entendió de que su lugar esta en Biblioburro, con la gente de su tierra y con sus dos burros Alfa y Beto tan obstinados y comprometidos como él.

Biblioburro no es un cuento de García Márquez, es mucho más que eso … es una increíble historia de compromiso y solidaridad, también de la obstinación de este quijotesco colombiano de llevar esperanza y cultura por todos los rincones de su tierra. Demuestra que cuando el hombre tiene voluntad y se propone con sinceridad hacer cosas que mejoren la vida de sus semejantes no hay límites para su acción. ¡Que mucho podrían aprender todos nuestros bo-bos ministros, los políticos y los rebaños que les votan, de este gran hombre y de sus dos burros Alfa y Beto y de todo lo que han podido hacer por su gente! ¡Tanto con tan poco dinero y recursos, que hacen que todos ellos luzcan como una banda de analfabetos!”

jueves, 13 de agosto de 2009

El tintero mágico

INFORMANTE: Teresa Casado Montenegro (Fuente Obejuna, Córdoba)
RECOGIDO POR: Juan Ignacio Pérez

Tres muchachos que eran hermanos muy pobres salieron un día por esos caminos para buscarse la vida y se separaron en un cruce de caminos. Cada uno tenía que coger por un sitio a ver qué encontraban.
El mayor se encontró con un viejecito que le dijo:
-Dame algo, que no tengo nada para comer.
Y él le dijo que no.
Al hermano mediano también le pasó lo mismo y también le dijo que no. Y el pequeño le dio el trozo de pan que llevaba y el anciano, agradecido, le regaló un tintero mágico y le dijo:
-Cuando necesites algo, pídeselo al tintero así:
“Tinterito, tinterito,
por la salud que tienes
y la que Dios te ha dado,
haz que yo tenga tal cosa”.
El niño fue corriendo a contárselo a sus hermanos y ellos, comidos por la envidia, tiraron al hermano pequeño en un cañaveral. Así, su madre creería que habían sido ellos los que habían encontrado el tintero. Cuando llegaron y le pidieron algo al tintero se llevaron la sorpresa de que no aparecía nada.
Mientras, un pastor que pasaba por el cañaveral arrancó una caña y se hizo una flauta con ella, y cando la tocó vio que empezaba a cantar:
“Pastorcito que en brazos me tienes,
de cogerme vienes,
escucha mi buen son,
me mataron mis dos hermanitos
en la fuente romana
por un tinterito que traía yo”.
El pastor corrió la voz hasta que se enteró la madre del muchacho. Le dijo al pastor que si la dejaba tocar y la flauta empezó a cantar:
“Madrecita que en brazos me tienes,
de cogerme vienes,
escucha mi buen son,
me mataron mis dos hermanitos
en la fuente romana
por un tinterito que traía yo”.
La madre fue corriendo hasta el cañaveral y allí se encontró a su hijo malherido. Lo contó todo y los hermanos tuvieron que darle el tintero. Cuando el muchacho le pedía algo al tintero, enseguida aparecía. Y dejaron de ser pobres.
¿CONOCES OTRA VERSIÓN DIFERENTE DE ESTE TEXTO?
PUEDES DARLA A CONOCER ENVIÁNDOLA A info@weblitoral.com
(NO OLVIDES INCLUIR LOS DATOS IDENTIFICATIVOS: NOMBRE DE INFORMANTE, LOCALIDAD Y PERSONA QUE LA ENVÍA)
http://www.weblitoral.com/

Cinco cuentecillos

Cinco cuentecillos de nunca acabar

INFORMANTES VARIOS (provincias de Cádiz, Sevilla y Jaén)

RECOGIDOS POR: Juan Ignacio Pérez

Era un rey que tenía tres hijos,
las metió en tres botijos
y los tapó con pez [papel].
¿Quieres que te lo cuente otra vez?
...
Este era un gato
con los pies de trapo
y la cabeza al revés.
¿Quieres que te lo cuente otra vez?
...
Había una vez un cura
que se montó en un coche,
que se tiró un pedo
y dijo: Buenas noches
¿Quieres que te lo cuente otra vez?
...
Eran tres: un polaco, un inglés y un francés.
El polaco sacó su cuchillón
¿Lo mató o no lo mató?
(responde)
Yo te diré lo que pasó:
Eran tres...
...
-¿Quieres que te cuente el cuento de las habas verdes?
-Sí.
-Yo no te digo que sí, digo que si quieres que te cuente el cuento de las habas verdes.
-No.
-Yo no te digo que no, digo que si quieres que te cuente el cuento de las habas verdes.

Diez años de Imaginaria

En su texto “Ventana sobre la utopía” Eduardo Galeano nos dice que “ella”, la utopía, está en el horizonte; que si nos acercamos dos pasos, ella se va a alejar dos pasos. Si caminamos diez pasos, el horizonte se correrá diez pasos más allá. “Por mucho que yo camine nunca la alcanzaré”, dice Galeano. “¿Para qué sirve la utopía?”, se pregunta el escritor. “Para eso sirve: para caminar.”, concluye.

Hace diez años que con Imaginaria comenzamos a transitar una manera de acercarnos a una utopía.

Nos gusta expresarlo de esta forma, en términos de una “utopía” a alcanzar, de un ideal a concretar. Porque el anhelo de esa meta inalcanzable es lo que nos permite construir un camino posible para acercarnos a ella. Y en el transcurso de esa construcción nos vamos dando cuenta de que el esfuerzo y el trabajo valieron la pena.

¿De qué les estamos hablando? ¿Cuál es esa “utopía” que estamos tratando de esbozarles?

“Promover la lectura”, de eso se trata nuestra utopía.

Entendemos que “leer” es un derecho y, como tal, tiene que poder ser ejercido por todos los miembros de una comunidad. La posibilidad de leer tiene que estar al alcance de todos. Y todos nosotros, como mediadores que nos llamamos, como profesionales que nos movemos dentro de este territorio cultural, tratamos de alcanzar esa utopía: el ejercicio de la lectura para todos y cada uno de los seres humanos.

Los caminos para llegar a ella los vamos construyendo individualmente en la medida de nuestra posibilidades (a veces escasas) y también en la medida de nuestras circunstancias (a veces muy difíciles). Pero sabemos que esos caminos se entrecruzan y comunican en una red colectiva que los enriquece y afianza. Una red colectiva que alimenta la esperanza de saber que siempre nos estaremos acercando a nuestra utopía, que nos hace mantener la convicción de que hay que seguir andando y de seguir haciendo camino en ese andar.

Ahora bien, de qué manera se inserta Imaginaria en esta empresa de promover la lectura. Pensémoslo de la manera más simple: los mediadores necesitamos herramientas para realizar nuestra tarea. Necesitamos capacitarnos y estar informados sobre la literatura y los libros; nos sentimos precisados por reflexionar sobre las mejores maneras acerca de la mediación que vamos a ejercer entre los libros y los lectores. Pero esas herramientas no siempre están al alcance de todos los mediadores; algunas son de difícil acceso, otras son retaceadas. Imaginaria pretende ser una herramienta y, a la vez, una herramienta para llegar a otras herramientas.

Pensamos que la mejor manera de festejar estos 10 años de Imaginaria es con otro número más en la Web. Realizado con el mismo compromiso e idéntica dedicación que todos y cada uno de los 253 números anteriores.

Hacer Imaginaria es una tarea ardua y por momentos difícil de sostener por la escasez de recursos con que cuentan los proyectos culturales en la parte del planeta en que nos tocó vivir. Pero, a la vez, es un trabajo muy grato y reconfortante sabiendo que contamos con la cálida e insustituible compañía de colaboradores y lectores.

Y la utopía seguirá estando allí; la única forma de alcanzarla es ir tras ella. En eso estamos, construyendo juntos ese camino.

Roberto Sotelo y Eduardo Abel Gimenez


http://www.imaginaria.com.ar/?p=3024