martes, 24 de noviembre de 2009
Ruido de agua
La observación de la naturaleza ha sido, desde siempre, una fuente de inspiración para miradas y corazones sensibles y, también, para personas preocupadas por su conservación. A finales del siglo XVII, el maestro Bashô compuso el haiku más famoso de la literatura japonesa, cuando observó una escena parecida a la de esta fotografía
Un viejo estanque,
se zambulle una rana,
ruido de agua.
El haiku es un poema breve japonés de 17 sílabas, repartidas en tres versos sin rima, que describe un acontecimiento, a menudo trivial, que llama la atención del poeta. Los protagonistas son la naturaleza, la realidad, lo que perciben nuestros sentidos, lo que está sucediendo en este lugar y en este momento, en palabras del propio Bashô. Estas imágenes se asocian a sentimientos nostálgicos, humorísticos e incluso filosóficos y religiosos, procedentes estos últimos del budismo zen. En occidente esta delicada forma de escribir empezó a influir seriamente a principios del siglo XX, y a plumas tan relevantes como las de D.H. Lawrence o la del irlandés James Joyce, entre otros. Todos ellos buscaban en el haiku la esencia concentrada de la poesía pura.
¿Por cuánto tiempo seguiremos escuchando zambullidas de rana? Nuestros anfibios no están pasando por un buen momento. La transformación del medio y la pérdida de masas de agua por descenso del nivel freático y su contaminación por pesticidas, la destrucción o quema de la vegetación ribereña, su captura y comercio como mascotas o para fines medicinales, el calentamiento global, las deformaciones y muertes provocadas en los huevos y adultos por el aumento de las radiaciones ultravioletas a causa de la destrucción de la capa de ozono y la aversión que todavía estos animales tan útiles provocan en muchas personas están poniendo en serio peligro de desaparecer a muchas de estas especies en el planeta. Sentémonos en la ribera, luchemos para que el agua pueda seguir hablándonos.
TEXTO Y FOTOGRAFÍA: Francisco Márquez Ranita de San Antonio, en humedales de Toledo.
REVISTA INTEGRAL 2009
jueves, 19 de noviembre de 2009
EL ION O EL ORIGEN DIVINO DE LA POESÍA.
MOMENTOS DE UN DIÁLOGO PLATÓNICO
SÓCRATES.- Yo lo , Ion (...) Este don de hablar bien sobre Homero es, en ti, no un arte, como ya te decía hace un rato, sino una fuerza divina. Ella es la que te impulsa y pone en movimiento, como ocurre con la piedra que Eurípides denominó magnética, y que comúnmente se llama Heraclea. Esta piedra no solamente atrae los anillos de hierro, quedando en ellos mismo su acción, sino que comunica anillos, de manera que a veces se ve una larga cadena de anillos de hierro colgados unos de otros de esta manera. Y la fuerza de todos depende de aquella piedra. Exactamente igual, la Musa hace por sí misma inspirados y por medio de estos inspirados hay otros que experimentan el entusiasmo: se forma así una cadena. Todos los poetas épicos, en efecto, los buenos poetas, recitan todos esos bellos poemas, no precisamente gracias a un arte, sino por estar inspirados por un dios y por estar poseídos de él. Otro tanto hay que decir de los buenos poetas líricos: de la misma manera que las gentes que son presa del delirio de los coribantes no son dueñas de su razón cuando danzan, así tampoco los poetas líricos son dueños de su razón cuando componen esos bellos versos; desde el mismo momento en que han puesto el pie en la armonía y en el ritmo, son arrebatados por transportes báquicos, y bajo la influencia de esta posesión, semejantes a las bacantes que, cuando están poseídas de su furor, beben miel y leche en los ríos, cosa que no hacen cuando son dueñas de su razón, eso mismo hace también el alma de los poetas líricos, como ellos mismos lo dicen. Los poetas, en efecto, nos dicen que ellos liban sus versos en fuentes de miel, en ciertos jardines y valles de las Musas, para traérnoslos a la manera en que lo hacen las abejas, y esos mismos revolotean a la manera de estas, ¿no es verdad? Y ellos dicen verdad: el poeta es una cosa ligera, alad a, sagrada; él no está en disposición de crear antes de ser inspirado por un dios que se halla fuera de él, ni antes de haber dejado de ser dueño de su razón; mientras conserva esta capacidad o facultad, todo ser humano es incapaz de realizar una obra poética, como no lo es de cantar oráculos. Por consiguiente, al no ser en virtud de un arte por lo que ellos realizan su obra de poetas, diciendo tantas cosas bellas sobre los temas que tratan, igual que te ocurre a ti con Homero, sino en virtud de un privilegio divino, ninguno de ellos es capaz de componer con éxito más que en el género en que es impulsado por la Musa: uno en los ditirambos, otro en los encomios: este en las pantomimas, el otro en la epopeya, aquel de más allá en los yambos; y, en lo demás, cada uno de ellos es sólo mediocre. Porque ellos no hablan así a consecuencia de un arte, sino en virtud de un privilegio divino, ya que si ellos supieran hablar de un tema con soltura en virtud de un arte, ellos lo sabrían hacer también respecto de los demás temas. Y si la divinidad los priva de la razón, tomándolos como servidores suyos, como hace con los profetas y los adivinos inspirados, es para enseñarnos, a nosotros los oyentes, que no son ellos los que dicen cosas de tanto precio y valor -ellos no son dueños de su razón-, sino que es la misma divinidad la que habla y la que se hace oír de nosotros por intermedio de aquellos. La mejor prueba para confirmar nuestra tesis es Tinnico de Calcis. Nunca ha escrito él ningún poema que se pudiera juzgar digno de memoria, exceptuando el peán ese que anda en todas las bocas, quizá el más bello de todos los poemas líricos, un verdadero "hallazgo de la Musas", como él mismo dice. A través de este ejemplo, más que por ningún otro, la divinidad, a mi ver, nos demuestra, a fin de acallar y prevenir nuestras dudas, que estos bellos poemas no tienen un carácter humano y no son obra de los hombres, sino que son divinos y provienen de los dioses, y que los poetas no son otra cosa que los intérpretes de los dioses, estando cada uno de ellos poseído por aquel de quien recibe la influencia. Para demostrar esto es por lo que la divinidad ha hecho adrede que el más bello poema lírico fuera cantado por la boca del poeta más mediocre. ¿No crees tú, Ion, que tengo razón?
Arriba, en presentación, detalle de Platón en el famoso cuadro de Rafael Sanzio, "La escuela de Atenas", donde Platón, a diferencia de Aristóteles indica para arriba, señal de la orientación de su pensamiento hacia una trascendencia espiritual y celeste.
ION.- Sí, por Zeus, lo creo así. Tus palabras me llegan al alma, Sócrates, y pienso que es gracias a un privilegio divino por lo que los buenos poetas están de esta manera junto a nosotros haciendo las veces de intérpretes de los dioses.
SÓCRATES.- Vosotros los rapsodas, por vuestra parte, interpretáis las obras de los poetas, ¿no es así?
ION.- También en eso dices verdad.
SÓCRATES.- Por consiguiente, vosotros sois intérpretes de interpretes, ¿no?
ION.- Exactamente.
SÓCRATES.- Pues bien, Ion: háblame aún y responde sin ocultar nada a mi pregunta. Cuando tú recitas de manera conveniente unos versos épicos, y causas en los espectadores la impresión más profunda, bien sea que cantes a Ulises saltando sobre el suelo, descubriéndose a los pretendientes y esparciendo las flechas a sus pies, o bien a Aquiles lanzándose sobre Héctor, o alguno de los pasajes patéticos sobre Andrómaca, Hécuba o Priamo, ¿eres tú entonces dueño de tu razón? ¿No estás más bien fuera de ti, y tu alma, transportada de entusiasmo, no cree asistir a los sucesos de que tú hablas, bien sea en Itaca, en Troya o en cualquier lugar en que se desarrolle la escena?
ION.-¡ Que prueba tan definitiva acabas de darme, Sócrates! Voy a hablarte sin mentirte nada. En lo que a mí respecta, cuando recito algún pasaje patético, mis ojos se llenan de lágrimas; si lo que recito es un pasaje temible o extraño, del miedo que siento se me ponen de punta los cabellos y el corazón me late con fuerza.
SÓCRATES.- Pues bien, Ion: ¿hemos entonces de decir que es dueño de su razón este hombre que, adornado de una vestidura colores variados y de coronas de oro, se pone a llorar en los sacrificios y las fiestas, sin haber perdido ninguna de estas joyas, o bien experimentando un miedo raro delante de más de veinte mil personas que están bien dispuestas para con él, aun cuando nadie le despoje de nada ni le haga el menor daño?
ION.-No, ¡por Zeus!, Sócrates; de ninguna manera es dueño de su razón si hemos de decir toda la verdad.
SÓCRATES.-¿Y tú sabes que sobre la gran mayoría de los espectadores producís vosotros los mismos efectos?
ION.-Lo sé muy bien. Desde lo alto de mi estrado, los veo cada vez llorando, echando miradas amenazadoras y permaneciendo, como yo mismo, pendientes de mis palabras. Lo sé porque me siento bien obligado a observarlos atentamente: si los hago llorar, yo reiré, recibiendo el dinero, mientras que si los hago reír, soy yo quien va a llorar entonces perdiendo mi salario.
MOMENTOS DE UN DIÁLOGO PLATÓNICO
SÓCRATES.- Yo lo , Ion (...) Este don de hablar bien sobre Homero es, en ti, no un arte, como ya te decía hace un rato, sino una fuerza divina. Ella es la que te impulsa y pone en movimiento, como ocurre con la piedra que Eurípides denominó magnética, y que comúnmente se llama Heraclea. Esta piedra no solamente atrae los anillos de hierro, quedando en ellos mismo su acción, sino que comunica anillos, de manera que a veces se ve una larga cadena de anillos de hierro colgados unos de otros de esta manera. Y la fuerza de todos depende de aquella piedra. Exactamente igual, la Musa hace por sí misma inspirados y por medio de estos inspirados hay otros que experimentan el entusiasmo: se forma así una cadena. Todos los poetas épicos, en efecto, los buenos poetas, recitan todos esos bellos poemas, no precisamente gracias a un arte, sino por estar inspirados por un dios y por estar poseídos de él. Otro tanto hay que decir de los buenos poetas líricos: de la misma manera que las gentes que son presa del delirio de los coribantes no son dueñas de su razón cuando danzan, así tampoco los poetas líricos son dueños de su razón cuando componen esos bellos versos; desde el mismo momento en que han puesto el pie en la armonía y en el ritmo, son arrebatados por transportes báquicos, y bajo la influencia de esta posesión, semejantes a las bacantes que, cuando están poseídas de su furor, beben miel y leche en los ríos, cosa que no hacen cuando son dueñas de su razón, eso mismo hace también el alma de los poetas líricos, como ellos mismos lo dicen. Los poetas, en efecto, nos dicen que ellos liban sus versos en fuentes de miel, en ciertos jardines y valles de las Musas, para traérnoslos a la manera en que lo hacen las abejas, y esos mismos revolotean a la manera de estas, ¿no es verdad? Y ellos dicen verdad: el poeta es una cosa ligera, alad a, sagrada; él no está en disposición de crear antes de ser inspirado por un dios que se halla fuera de él, ni antes de haber dejado de ser dueño de su razón; mientras conserva esta capacidad o facultad, todo ser humano es incapaz de realizar una obra poética, como no lo es de cantar oráculos. Por consiguiente, al no ser en virtud de un arte por lo que ellos realizan su obra de poetas, diciendo tantas cosas bellas sobre los temas que tratan, igual que te ocurre a ti con Homero, sino en virtud de un privilegio divino, ninguno de ellos es capaz de componer con éxito más que en el género en que es impulsado por la Musa: uno en los ditirambos, otro en los encomios: este en las pantomimas, el otro en la epopeya, aquel de más allá en los yambos; y, en lo demás, cada uno de ellos es sólo mediocre. Porque ellos no hablan así a consecuencia de un arte, sino en virtud de un privilegio divino, ya que si ellos supieran hablar de un tema con soltura en virtud de un arte, ellos lo sabrían hacer también respecto de los demás temas. Y si la divinidad los priva de la razón, tomándolos como servidores suyos, como hace con los profetas y los adivinos inspirados, es para enseñarnos, a nosotros los oyentes, que no son ellos los que dicen cosas de tanto precio y valor -ellos no son dueños de su razón-, sino que es la misma divinidad la que habla y la que se hace oír de nosotros por intermedio de aquellos. La mejor prueba para confirmar nuestra tesis es Tinnico de Calcis. Nunca ha escrito él ningún poema que se pudiera juzgar digno de memoria, exceptuando el peán ese que anda en todas las bocas, quizá el más bello de todos los poemas líricos, un verdadero "hallazgo de la Musas", como él mismo dice. A través de este ejemplo, más que por ningún otro, la divinidad, a mi ver, nos demuestra, a fin de acallar y prevenir nuestras dudas, que estos bellos poemas no tienen un carácter humano y no son obra de los hombres, sino que son divinos y provienen de los dioses, y que los poetas no son otra cosa que los intérpretes de los dioses, estando cada uno de ellos poseído por aquel de quien recibe la influencia. Para demostrar esto es por lo que la divinidad ha hecho adrede que el más bello poema lírico fuera cantado por la boca del poeta más mediocre. ¿No crees tú, Ion, que tengo razón?
Arriba, en presentación, detalle de Platón en el famoso cuadro de Rafael Sanzio, "La escuela de Atenas", donde Platón, a diferencia de Aristóteles indica para arriba, señal de la orientación de su pensamiento hacia una trascendencia espiritual y celeste.
ION.- Sí, por Zeus, lo creo así. Tus palabras me llegan al alma, Sócrates, y pienso que es gracias a un privilegio divino por lo que los buenos poetas están de esta manera junto a nosotros haciendo las veces de intérpretes de los dioses.
SÓCRATES.- Vosotros los rapsodas, por vuestra parte, interpretáis las obras de los poetas, ¿no es así?
ION.- También en eso dices verdad.
SÓCRATES.- Por consiguiente, vosotros sois intérpretes de interpretes, ¿no?
ION.- Exactamente.
SÓCRATES.- Pues bien, Ion: háblame aún y responde sin ocultar nada a mi pregunta. Cuando tú recitas de manera conveniente unos versos épicos, y causas en los espectadores la impresión más profunda, bien sea que cantes a Ulises saltando sobre el suelo, descubriéndose a los pretendientes y esparciendo las flechas a sus pies, o bien a Aquiles lanzándose sobre Héctor, o alguno de los pasajes patéticos sobre Andrómaca, Hécuba o Priamo, ¿eres tú entonces dueño de tu razón? ¿No estás más bien fuera de ti, y tu alma, transportada de entusiasmo, no cree asistir a los sucesos de que tú hablas, bien sea en Itaca, en Troya o en cualquier lugar en que se desarrolle la escena?
ION.-¡ Que prueba tan definitiva acabas de darme, Sócrates! Voy a hablarte sin mentirte nada. En lo que a mí respecta, cuando recito algún pasaje patético, mis ojos se llenan de lágrimas; si lo que recito es un pasaje temible o extraño, del miedo que siento se me ponen de punta los cabellos y el corazón me late con fuerza.
SÓCRATES.- Pues bien, Ion: ¿hemos entonces de decir que es dueño de su razón este hombre que, adornado de una vestidura colores variados y de coronas de oro, se pone a llorar en los sacrificios y las fiestas, sin haber perdido ninguna de estas joyas, o bien experimentando un miedo raro delante de más de veinte mil personas que están bien dispuestas para con él, aun cuando nadie le despoje de nada ni le haga el menor daño?
ION.-No, ¡por Zeus!, Sócrates; de ninguna manera es dueño de su razón si hemos de decir toda la verdad.
SÓCRATES.-¿Y tú sabes que sobre la gran mayoría de los espectadores producís vosotros los mismos efectos?
ION.-Lo sé muy bien. Desde lo alto de mi estrado, los veo cada vez llorando, echando miradas amenazadoras y permaneciendo, como yo mismo, pendientes de mis palabras. Lo sé porque me siento bien obligado a observarlos atentamente: si los hago llorar, yo reiré, recibiendo el dinero, mientras que si los hago reír, soy yo quien va a llorar entonces perdiendo mi salario.
La poesía es incandescencia de la vida interior
"Toda mi vida canto, y canto como respiro", le asegura un esquimal al explorador Knud Rasmussen. La poesía resopla en todos los ventisqueros de la vida cotidiana de los llamados pueblos primitivos. Para la diversidad de estas culturas la cadencia poética es tan indispensable como el aire. La poesía popular suele ser esencialmente religiosa. Guenon observa que la palabra latina carmen (canto) proviene de la palabra sánscrita karma (rito). El cantar poético es puente o tránsito hacia la divinidad. Los nahuas del Antiguo México creen que lo poético es la expresión de Dios en la tierra. El fluir poético puede fundirse con la danza y la música, como en el caso de los tarahumaras (también de México) cuya danza devocional dura dos noches. Las "Danzas del Venado" de los yaquis comunican el mundo natural y el sobrenatural. En las primeras estrofas se alude a un hecho del mundo físico; en la segunda estrofa se presenta este suceso en el mundo místico llamado "Tierra Florida", ubicado debajo del Amanecer.
La poesía es incandescencia de la vida interior. Los maidu de California dicen: "No se necesita la luz de las hogueras porque se tiene la luz interior". Y la poesía de los pueblos puede expresar soledad, un sentimiento de abandono. En muchos de sus poemas, los pigmeos se lamentan diciendo que Dios los ha abandonado. Los poemas impregnados de belleza sacra pueden proceder de los sueños. Sioux y guaraníes aseguran que sus poemas sagrados nacen de los sueños. En las Islas Fiji el sueño es incursión en el mundo de los espíritus. Allí se ofrecen los poemas, o estos pueden brotar de trances hipnóticos como en las Danzas del Espíritu de los indios arapos.
Algunos poemas sólo pueden ser dichos por una persona en especial, por su propietario exclusivo; o puede ser pronunciado únicamente en el momento de la muerte. Algunos movimientos artísticos de vanguardia hablan de la recuperación de la materialidad del lenguaje verbal o musical. El lenguaje que vale más por su condición material o sensorial que por el plano del significado. Mucho antes de estas búsquedas filosóficas modernas, los yámanas de Tierra del Fuego componían cantos de sonidos, sin significado conceptual. Lo sonoro como expresión de gozo o sorpresa. Algunos creen que estos quizás sean los cantos más antiguos de la humanidad.
La poesía primitiva distingue niveles de recepción. Los guaraníes creen que muchos cantos son comprensibles para todos, pero otros sólo podrán ser entendidos por unos pocos. El lenguaje también se diversifica. Hay un lenguaje religioso (con "las palabras de los situados arriba de nosotros") que es válido entre ancianos y ancianas que han recibido revelaciones de la comunidad, y existe un lenguaje secreto compuesto por escasas oraciones y palabras que sólo se revelan a los iniciados. E incluso existen "los cantos verdaderos" de una profundidad y sacralidad que los hace incomprensible para sus cantores.
La continuidad tradicional de la poesía de los pueblos es también parte de su esencia medular. Los araucanos destacan que sólo la oralidad conserva la inspiración y espesor del canto. La palabra escrita pierde, disgrega.
La poesía ancestral alimenta el verbo de la diversidad de los pueblos y culturas. Y también manifiesta la universalidad del canto poético como oración religiosa, como fuerza hechicera de curación o como revelación del mundo sobrenatural.
En este primer momento de Revista Kenos 2, deseamos contribuir a la percepción de la diversidad cultural mediante las cadencias de la antigua poesía popular. Todos los poemas que presentamos aquí proceden del tesonero esfuerzo recopilador del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. Mediante una búsqueda de varios años, logró reunir en un solo y especial libro poético muchos de los líricos frutos de ancestrales pueblos de todos los continentes.
Aquí incluimos poemas de los pueblos cunas (Panamá); esquimales; galas, pigmeos (África); navajos y sioux (América del Norte); guaraníes (Paraguay); Yamanes (Tierra del Fuego); Miskitos (Nicaragua); y yaquis (México).
La diversidad de los pueblos canta una sola música sagrada.
Esteban Ierardo
http://www.temakel.com/trdpoesiapueblos.htm
La poesía es incandescencia de la vida interior. Los maidu de California dicen: "No se necesita la luz de las hogueras porque se tiene la luz interior". Y la poesía de los pueblos puede expresar soledad, un sentimiento de abandono. En muchos de sus poemas, los pigmeos se lamentan diciendo que Dios los ha abandonado. Los poemas impregnados de belleza sacra pueden proceder de los sueños. Sioux y guaraníes aseguran que sus poemas sagrados nacen de los sueños. En las Islas Fiji el sueño es incursión en el mundo de los espíritus. Allí se ofrecen los poemas, o estos pueden brotar de trances hipnóticos como en las Danzas del Espíritu de los indios arapos.
Algunos poemas sólo pueden ser dichos por una persona en especial, por su propietario exclusivo; o puede ser pronunciado únicamente en el momento de la muerte. Algunos movimientos artísticos de vanguardia hablan de la recuperación de la materialidad del lenguaje verbal o musical. El lenguaje que vale más por su condición material o sensorial que por el plano del significado. Mucho antes de estas búsquedas filosóficas modernas, los yámanas de Tierra del Fuego componían cantos de sonidos, sin significado conceptual. Lo sonoro como expresión de gozo o sorpresa. Algunos creen que estos quizás sean los cantos más antiguos de la humanidad.
La poesía primitiva distingue niveles de recepción. Los guaraníes creen que muchos cantos son comprensibles para todos, pero otros sólo podrán ser entendidos por unos pocos. El lenguaje también se diversifica. Hay un lenguaje religioso (con "las palabras de los situados arriba de nosotros") que es válido entre ancianos y ancianas que han recibido revelaciones de la comunidad, y existe un lenguaje secreto compuesto por escasas oraciones y palabras que sólo se revelan a los iniciados. E incluso existen "los cantos verdaderos" de una profundidad y sacralidad que los hace incomprensible para sus cantores.
La continuidad tradicional de la poesía de los pueblos es también parte de su esencia medular. Los araucanos destacan que sólo la oralidad conserva la inspiración y espesor del canto. La palabra escrita pierde, disgrega.
La poesía ancestral alimenta el verbo de la diversidad de los pueblos y culturas. Y también manifiesta la universalidad del canto poético como oración religiosa, como fuerza hechicera de curación o como revelación del mundo sobrenatural.
En este primer momento de Revista Kenos 2, deseamos contribuir a la percepción de la diversidad cultural mediante las cadencias de la antigua poesía popular. Todos los poemas que presentamos aquí proceden del tesonero esfuerzo recopilador del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. Mediante una búsqueda de varios años, logró reunir en un solo y especial libro poético muchos de los líricos frutos de ancestrales pueblos de todos los continentes.
Aquí incluimos poemas de los pueblos cunas (Panamá); esquimales; galas, pigmeos (África); navajos y sioux (América del Norte); guaraníes (Paraguay); Yamanes (Tierra del Fuego); Miskitos (Nicaragua); y yaquis (México).
La diversidad de los pueblos canta una sola música sagrada.
Esteban Ierardo
http://www.temakel.com/trdpoesiapueblos.htm
martes, 17 de noviembre de 2009
Cielo e infierno cercanos
Un samurai fue a visitar a un viejo sabio
para plantearle una duda que lo
atormentaba.
-Señor, estoy aquí porque necesito
saber si existen el infierno y el paraíso.
-¿Quién lo pregunta? -contestó el
maestro.
-Un guerrero samurai.
-¿Tú un samurai? -se burló el maestro-.
¿Con esa cara de idiota que tienes?
El guerrero no daba crédito a lo que oía.
-Seguro que además de estúpido eres un cobarde -se mofó de nuevo.
La ira se adueñó del samurai que desenvainó instintivamente su sable.
-¡Ahora se abren las puertas del infierno! -gritó el anciano.
El guerrero comprendió de súbito la actitud del maestro y guardó su sable
avergonzado.
-¡Ahora se abren las puertas del paraíso! -exclamó de nuevo el maestro.
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Cielo e infierno cercanos,
CUENTOS ORIENTALES
jueves, 12 de noviembre de 2009
Buscar setas con un GPS especial
JACINTO ANTÓN 12/11/2009
El cacharro es precioso, un gadget de lo más, con un aire así a lo teletransportador de Star Trek ("Súbeme Scotty", dan ganas de susurrarle) y despierta de entrada el interés de los amigos micófilos, algo frustrados en el flojo inicio de temporada. Se trata del rutilante GPS buscador de setas Garmin Oregon 300 Setas ("el mundo de las setas en tu mano") , un navegador que incorpora una base de datos con las fichas de las 100 especies más comunes y en el que puedes memorizar los lugares en que se encuentran los suculentos hongos y trazar rutas para llegar hasta ellos. También tiene brújula electrónica y un altímetro. Pantalla táctil, antirreflectante y a prueba de caídas.
Cuando uno lo exhibe chulesco en Viladrau (Girona), tierra de setas donde las haya, el hogar de los caçadors de bolets, el popular programa de la televisión catalana, un mediodía de otoño y suelta displicentemente "Chavales, aquí está el futuro", la curtida comunidad de boletaires se pone, como es comprensible, a la defensiva. "Pero si tú no tienes ni idea y ni siquiera te gustan los rovellons, capullo". Es cierto que uno no es experto en níscalos y que es de natural micófobo, especialmente tras leer los trabajos sobre enteógenos -hongos que proporcionan una experiencia divina, pero no precisamente en el sentido gastronómico- de R. Gordon Wasson y Albert Hoffmann, por no hablar de las alucinantes experiencias visionarias de Josep Maria Fericgla con la Amanita muscaria en la década de 1980. Pero ¿no es fabuloso el artefacto? No, objetan los especialistas, es una pijada inútil. De entrada, argumentan, el verdadadero buscador de setas sabe perfectamente dónde están las que suele recoger y mal andaríamos si tuviera que precisar de un GPS para localizarlas.
"Jamás apuntaré mis sitios en un mapa, ni te digo en ese trasto", señala Evelio P., cuyo legendario cazadero de setas, camino de la finca de El Masnou, está recubierto de un secretismo que ríete tú de Vilcabamba: puro Shangri La de los rossinyols (rebozuelos). Por otro lado, los correosos profesionales consideran descabellado fiarse del aspecto de una seta en las imágenes que ofrece el Garmin Oregon: a ver si va a acabar zampándose uno un enteógeno sin querer, en plan indio yaqui. En todo caso, el GPS incluye una nota no muy tranquilizadora: "Garmin queda exento de responsabilidad ante posibles intoxicaciones".
Este probador del buscador electrónico descartó hablar con la señora Pi, la reina de los cazadores de setas y buena amiga, al considerar que ya se habían reído bastante de él. No obstante, en un arrebato de profesionalidad se lanzó a la montaña con el aparato para probarlo sobre el terreno. La experiencia resultó un fiasco: poco ducho en electrónica fui incapaz de entender el funcionamiento, ya no hablemos de encontrar una seta.
http://www.elpais.com/articulo/portada/Buscar/setas/GPS/especial/elpepisupcib/20091112elpcibpor_4/Tes?print=1
JACINTO ANTÓN 12/11/2009
El cacharro es precioso, un gadget de lo más, con un aire así a lo teletransportador de Star Trek ("Súbeme Scotty", dan ganas de susurrarle) y despierta de entrada el interés de los amigos micófilos, algo frustrados en el flojo inicio de temporada. Se trata del rutilante GPS buscador de setas Garmin Oregon 300 Setas ("el mundo de las setas en tu mano") , un navegador que incorpora una base de datos con las fichas de las 100 especies más comunes y en el que puedes memorizar los lugares en que se encuentran los suculentos hongos y trazar rutas para llegar hasta ellos. También tiene brújula electrónica y un altímetro. Pantalla táctil, antirreflectante y a prueba de caídas.
Cuando uno lo exhibe chulesco en Viladrau (Girona), tierra de setas donde las haya, el hogar de los caçadors de bolets, el popular programa de la televisión catalana, un mediodía de otoño y suelta displicentemente "Chavales, aquí está el futuro", la curtida comunidad de boletaires se pone, como es comprensible, a la defensiva. "Pero si tú no tienes ni idea y ni siquiera te gustan los rovellons, capullo". Es cierto que uno no es experto en níscalos y que es de natural micófobo, especialmente tras leer los trabajos sobre enteógenos -hongos que proporcionan una experiencia divina, pero no precisamente en el sentido gastronómico- de R. Gordon Wasson y Albert Hoffmann, por no hablar de las alucinantes experiencias visionarias de Josep Maria Fericgla con la Amanita muscaria en la década de 1980. Pero ¿no es fabuloso el artefacto? No, objetan los especialistas, es una pijada inútil. De entrada, argumentan, el verdadadero buscador de setas sabe perfectamente dónde están las que suele recoger y mal andaríamos si tuviera que precisar de un GPS para localizarlas.
"Jamás apuntaré mis sitios en un mapa, ni te digo en ese trasto", señala Evelio P., cuyo legendario cazadero de setas, camino de la finca de El Masnou, está recubierto de un secretismo que ríete tú de Vilcabamba: puro Shangri La de los rossinyols (rebozuelos). Por otro lado, los correosos profesionales consideran descabellado fiarse del aspecto de una seta en las imágenes que ofrece el Garmin Oregon: a ver si va a acabar zampándose uno un enteógeno sin querer, en plan indio yaqui. En todo caso, el GPS incluye una nota no muy tranquilizadora: "Garmin queda exento de responsabilidad ante posibles intoxicaciones".
Este probador del buscador electrónico descartó hablar con la señora Pi, la reina de los cazadores de setas y buena amiga, al considerar que ya se habían reído bastante de él. No obstante, en un arrebato de profesionalidad se lanzó a la montaña con el aparato para probarlo sobre el terreno. La experiencia resultó un fiasco: poco ducho en electrónica fui incapaz de entender el funcionamiento, ya no hablemos de encontrar una seta.
http://www.elpais.com/articulo/portada/Buscar/setas/GPS/especial/elpepisupcib/20091112elpcibpor_4/Tes?print=1
Esa nube tenue que allá va
Esa nube tenue que allá va
Leer no es divertido. ¿Por qué habría de serlo? La lectura amplía y concentra; sigue la línea de la espiral: se abre, respecto a un centro, en un movimiento cada vez más libre, o, a la inversa, va adhiriéndose, un poco más ajustada cada vez, a ese centro, a ese núcleo (de este modo nombraba Klee el impulso que dibuja la espiral).
Así es también la línea del poema, o de determinadas canciones -la poesía de los pueblos tradicionales-:
Dichoso pueda caminar.
Dichoso con abundantes nubes negras pueda caminar.
Dichoso con abundantes lluvias pueda caminar.
Dichoso por un sendero de polen pueda caminar.
Dichoso pueda caminar.
Igual como fue en días lejanos ahora pueda caminar.
Todo sea bello delante de mí.
Todo sea bello detrás de mí.
Todo sea bello debajo de mí.
Todo sea bello arriba de mí.
Todo sea bello alrededor de mí.
En belleza esto termina.
En belleza esto termina.
Éste es un poema de los indios navajos de Estados Unidos, incluido en la Antología de poesía primitiva que preparó el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. En su prólogo, Cardenal recoge variados testimonios de la percepción que estos pueblos tienen de la práctica poética. Con la poesía, creen los motilones de Colombia, “el indio puede oír el alma”; los maidu de California piensan que transmite la luz interior: “no se necesita la luz de las hogueras porque se tiene la luz interior”, afirman. Un indio de la tribu fox considera que cuando cantan a su Dios, Manitú no puede dejar de oírlos, “es como si estuviéramos cantando en su propia casa”. Los sioux dicen que sus poemas los reciben en sueños y que se necesita también el poder de los sueños para cantarlos. Para los esquimales, los cantos proceden de las almas que están en la región de los muertos. En algunas tribus de EEUU, el canto es una propiedad y no puede cantarlo nadie sin la autorización del autor; uno puede morir sin haber cantado su canto nunca a otros. La investigadora Mary Austin oyó a un anciano yokut cantar su canto de muerte; decía así: “Toda mi vida / he estado / buscando”.
Los de los huitotos de Colombia son cantos muy antiguos, con palabras ya en desuso, cuyo significado los nativos apenas conocen; también los yumas cantan con palabras cuyo sentido se ha perdido ya. Entre los guaraníes, en cambio, hay un tipo de cantos comprensibles para todos; pero en otros utilizan una lengua sólo al alcance de los ancianos y ancianas de intensa vida espiritual, y en otros aún, un lenguaje secreto: los llaman “los cantos verdaderos”, ininteligibles incluso para quien los canta. En ciertos pueblos, los cantos se pueden comprar por sumas de dinero, a veces muy elevadas; un indio navajo afirmaba: “yo siempre he sido pobre, no conozco ninguna canción”.
Es bien sabido que estos poemas o cantos tienen en muchas culturas poderes o propiedades curativas, y también valores religiosos o místicos. Hay poemas extensos, cuyo canto dura varios días con sus noches, pero en general suelen ser breves; de hecho, a estos pueblos les parece que los poemas de los blancos “hablan demasiado”. Un indio papago precisó: “nuestros cantos son tan cortos porque sabemos mucho”.
En el extraordinario depósito de poemas que es esta antología, los hay así:
Ya hi yu niva hu
hi yu niva hi yu niva hu
ya hi yu niva hi na he ne na
hi ya hi nahi ni na
hi yu niva hu
hi yu niva hi yu niva hu
ya hi yu niva hi ya he ne na.
Pertenece a los comanches de Estados Unidos; es pura sonoridad expresiva que, según el ritmo y la entonación de nuestro ánimo, transmitirá energía o lamento, alegría o pesar.
Los hay tan sencillos y cargados de sentido como éste de los maorís de Nueva Zelanda, que nos da la clave en su título y nos lleva absortos y suspendidos en sus versos:
La pérdida de la tierra de los antepasados
Ahora el único lazo que nos une
es esa nube tenue que allá va.
Asombra lo próxima que la poesía de la cultura “occidental” está de las tradiciones poéticas que se denominaron “primitivas”. Pienso en Emily Dickinson, en Paul Celan o Else Lasker-Schüler, en Juan Ramón Jiménez.
Cuando he trabajado con estos poemas en clase, les propongo a los estudiantes un ejercicio de escritura: “Aunque normalmente las canciones son de uso colectivo, para los yakut de EEUU el canto es una propiedad personal y nadie puede cantarlo sin permiso de su autor. Se puede regalar un canto a un amigo, o legarlo a la tribu, o morir sin haberlo cantado a nadie más que a su Dios. Escribe tu propio canto, un canto que te exprese”. Algunos de los textos que resultan son tan enigmáticos y verdaderos como los seleccionados por Ernesto Cardenal.
http://olvido-valdes.leer.es/2009/03/27/hello-world/
Leer no es divertido. ¿Por qué habría de serlo? La lectura amplía y concentra; sigue la línea de la espiral: se abre, respecto a un centro, en un movimiento cada vez más libre, o, a la inversa, va adhiriéndose, un poco más ajustada cada vez, a ese centro, a ese núcleo (de este modo nombraba Klee el impulso que dibuja la espiral).
Así es también la línea del poema, o de determinadas canciones -la poesía de los pueblos tradicionales-:
Dichoso pueda caminar.
Dichoso con abundantes nubes negras pueda caminar.
Dichoso con abundantes lluvias pueda caminar.
Dichoso por un sendero de polen pueda caminar.
Dichoso pueda caminar.
Igual como fue en días lejanos ahora pueda caminar.
Todo sea bello delante de mí.
Todo sea bello detrás de mí.
Todo sea bello debajo de mí.
Todo sea bello arriba de mí.
Todo sea bello alrededor de mí.
En belleza esto termina.
En belleza esto termina.
Éste es un poema de los indios navajos de Estados Unidos, incluido en la Antología de poesía primitiva que preparó el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. En su prólogo, Cardenal recoge variados testimonios de la percepción que estos pueblos tienen de la práctica poética. Con la poesía, creen los motilones de Colombia, “el indio puede oír el alma”; los maidu de California piensan que transmite la luz interior: “no se necesita la luz de las hogueras porque se tiene la luz interior”, afirman. Un indio de la tribu fox considera que cuando cantan a su Dios, Manitú no puede dejar de oírlos, “es como si estuviéramos cantando en su propia casa”. Los sioux dicen que sus poemas los reciben en sueños y que se necesita también el poder de los sueños para cantarlos. Para los esquimales, los cantos proceden de las almas que están en la región de los muertos. En algunas tribus de EEUU, el canto es una propiedad y no puede cantarlo nadie sin la autorización del autor; uno puede morir sin haber cantado su canto nunca a otros. La investigadora Mary Austin oyó a un anciano yokut cantar su canto de muerte; decía así: “Toda mi vida / he estado / buscando”.
Los de los huitotos de Colombia son cantos muy antiguos, con palabras ya en desuso, cuyo significado los nativos apenas conocen; también los yumas cantan con palabras cuyo sentido se ha perdido ya. Entre los guaraníes, en cambio, hay un tipo de cantos comprensibles para todos; pero en otros utilizan una lengua sólo al alcance de los ancianos y ancianas de intensa vida espiritual, y en otros aún, un lenguaje secreto: los llaman “los cantos verdaderos”, ininteligibles incluso para quien los canta. En ciertos pueblos, los cantos se pueden comprar por sumas de dinero, a veces muy elevadas; un indio navajo afirmaba: “yo siempre he sido pobre, no conozco ninguna canción”.
Es bien sabido que estos poemas o cantos tienen en muchas culturas poderes o propiedades curativas, y también valores religiosos o místicos. Hay poemas extensos, cuyo canto dura varios días con sus noches, pero en general suelen ser breves; de hecho, a estos pueblos les parece que los poemas de los blancos “hablan demasiado”. Un indio papago precisó: “nuestros cantos son tan cortos porque sabemos mucho”.
En el extraordinario depósito de poemas que es esta antología, los hay así:
Ya hi yu niva hu
hi yu niva hi yu niva hu
ya hi yu niva hi na he ne na
hi ya hi nahi ni na
hi yu niva hu
hi yu niva hi yu niva hu
ya hi yu niva hi ya he ne na.
Pertenece a los comanches de Estados Unidos; es pura sonoridad expresiva que, según el ritmo y la entonación de nuestro ánimo, transmitirá energía o lamento, alegría o pesar.
Los hay tan sencillos y cargados de sentido como éste de los maorís de Nueva Zelanda, que nos da la clave en su título y nos lleva absortos y suspendidos en sus versos:
La pérdida de la tierra de los antepasados
Ahora el único lazo que nos une
es esa nube tenue que allá va.
Asombra lo próxima que la poesía de la cultura “occidental” está de las tradiciones poéticas que se denominaron “primitivas”. Pienso en Emily Dickinson, en Paul Celan o Else Lasker-Schüler, en Juan Ramón Jiménez.
Cuando he trabajado con estos poemas en clase, les propongo a los estudiantes un ejercicio de escritura: “Aunque normalmente las canciones son de uso colectivo, para los yakut de EEUU el canto es una propiedad personal y nadie puede cantarlo sin permiso de su autor. Se puede regalar un canto a un amigo, o legarlo a la tribu, o morir sin haberlo cantado a nadie más que a su Dios. Escribe tu propio canto, un canto que te exprese”. Algunos de los textos que resultan son tan enigmáticos y verdaderos como los seleccionados por Ernesto Cardenal.
http://olvido-valdes.leer.es/2009/03/27/hello-world/
sábado, 7 de noviembre de 2009
La eñe también es gente.
http://www.me.gov.ar/efeme/mewalsh/
La culpa es de los gnomos que nunca quisieron ser ñomos. Culpa tienen la nieve, la niebla, los nietos, los atenienses, el unicornio. Todos evasores de la eñe. ¡Señoras, señores, compañeros, amados niños! ¡No nos dejemos arrebatar la eñe! Ya nos han birlado los signos de apertura de interrogación y admiración. Ya nos redujeron hasta la apócope. Ya nos han traducido el pochoclo. Y como éramos pocos, la abuelita informática ha parido un monstruoso # en lugar de la eñe con su gracioso peluquín, el ~. ¿Quieren decirme qué haremos con nuestros sueños? ¿Entre la fauna en peligro de extinción figuran los ñandúes y los ñacurutuces? ¿En los pagos de Añatuya cómo cantarán Añoranzas? ¿A qué pobre barrigón fajaremos al ñudo? ¿Qué será del Año Nuevo, el tiempo de ñaupa, aquel tapado de armiño y la ñata contra el vidrio? ¿Y cómo graficaremos la más dulce consonante de la lengua guaraní? "La ortografía también es gente", escribió Fernando Pessoa. Y, como la gente, sufre variadas discriminaciones. Hay signos y signos, unos blancos, altos y de ojos azules, como la W o la K. Otros, pobres morochos de Hispanoamérica, como la letrita segunda, la eñe, jamás considerada por los monóculos británicos, que está en peligro de pasar al bando de los desocupados después de rendir tantos servicios y no ser precisamente una letra ñoqui. A barrerla, a borrarla, a sustituirla, dicen los perezosos manipuladores de las maquinitas, sólo porque la ñ da un poco de trabajo. Pereza ideológica, hubiéramos dicho en la década del setenta. Una letra española es un defecto más de los hispanos, esa raza impura formateada y escaneada también por pereza y comodidad. Nada de hondureños, salvadoreños, caribeños, panameños. ¡Impronunciables nativos! Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece. Algo importante, algo gente, algo alma y lengua, algo no descartable, algo propio y compartido porque así nos canta. No faltará quien ofrezca soluciones absurdas: escribir con nuestro inolvidable César Bruto, compinche del maestro Oski. Ninios, suenios, otonio. Fantasía inexplicable que ya fue y preferimos no reanudar, salvo que la Madre Patria retroceda y vuelva a llamarse Hispania. La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software. Luchemos para no añadir más leña a la hoguera dónde se debate nuestro discriminado signo.
Letra es sinónimo de carácter. ¡Avisémoslo al mundo entero por Internet! La eñe también es gente.
La culpa es de los gnomos que nunca quisieron ser ñomos. Culpa tienen la nieve, la niebla, los nietos, los atenienses, el unicornio. Todos evasores de la eñe. ¡Señoras, señores, compañeros, amados niños! ¡No nos dejemos arrebatar la eñe! Ya nos han birlado los signos de apertura de interrogación y admiración. Ya nos redujeron hasta la apócope. Ya nos han traducido el pochoclo. Y como éramos pocos, la abuelita informática ha parido un monstruoso # en lugar de la eñe con su gracioso peluquín, el ~. ¿Quieren decirme qué haremos con nuestros sueños? ¿Entre la fauna en peligro de extinción figuran los ñandúes y los ñacurutuces? ¿En los pagos de Añatuya cómo cantarán Añoranzas? ¿A qué pobre barrigón fajaremos al ñudo? ¿Qué será del Año Nuevo, el tiempo de ñaupa, aquel tapado de armiño y la ñata contra el vidrio? ¿Y cómo graficaremos la más dulce consonante de la lengua guaraní? "La ortografía también es gente", escribió Fernando Pessoa. Y, como la gente, sufre variadas discriminaciones. Hay signos y signos, unos blancos, altos y de ojos azules, como la W o la K. Otros, pobres morochos de Hispanoamérica, como la letrita segunda, la eñe, jamás considerada por los monóculos británicos, que está en peligro de pasar al bando de los desocupados después de rendir tantos servicios y no ser precisamente una letra ñoqui. A barrerla, a borrarla, a sustituirla, dicen los perezosos manipuladores de las maquinitas, sólo porque la ñ da un poco de trabajo. Pereza ideológica, hubiéramos dicho en la década del setenta. Una letra española es un defecto más de los hispanos, esa raza impura formateada y escaneada también por pereza y comodidad. Nada de hondureños, salvadoreños, caribeños, panameños. ¡Impronunciables nativos! Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece. Algo importante, algo gente, algo alma y lengua, algo no descartable, algo propio y compartido porque así nos canta. No faltará quien ofrezca soluciones absurdas: escribir con nuestro inolvidable César Bruto, compinche del maestro Oski. Ninios, suenios, otonio. Fantasía inexplicable que ya fue y preferimos no reanudar, salvo que la Madre Patria retroceda y vuelva a llamarse Hispania. La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software. Luchemos para no añadir más leña a la hoguera dónde se debate nuestro discriminado signo.
Letra es sinónimo de carácter. ¡Avisémoslo al mundo entero por Internet! La eñe también es gente.
ECLESIASTÉS O EL PREDICADOR
8:14 Hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos. Digo que esto también es vanidad.
8:15 Por tanto, alabé yo la alegría; que no tiene el hombre bien debajo del sol, sino que coma y beba y se alegre; y que esto le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol.
8:16 Yo, pues, dediqué mi corazón a conocer sabiduría, y a ver la faena que se hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día ve sueño en sus ojos);
8:17 y he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.
8:15 Por tanto, alabé yo la alegría; que no tiene el hombre bien debajo del sol, sino que coma y beba y se alegre; y que esto le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol.
8:16 Yo, pues, dediqué mi corazón a conocer sabiduría, y a ver la faena que se hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día ve sueño en sus ojos);
8:17 y he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.
lunes, 2 de noviembre de 2009
Botella al mar para el dios de las palabras [Discurso ante el I Congreso Internacional de la Lengua Española -Texto completo] Gabriel García Márquez
A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: «¡Cuidado!»
El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.
Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.
La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen 105 nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: «Parece un faro». Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso?
Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?
Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis 12 años.
El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.
Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.
La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen 105 nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: «Parece un faro». Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso?
Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?
Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis 12 años.
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