jueves, 12 de noviembre de 2009

Esa nube tenue que allá va

Esa nube tenue que allá va
Leer no es divertido. ¿Por qué habría de serlo? La lectura amplía y concentra; sigue la línea de la espiral: se abre, respecto a un centro, en un movimiento cada vez más libre, o, a la inversa, va adhiriéndose, un poco más ajustada cada vez, a ese centro, a ese núcleo (de este modo nombraba Klee el impulso que dibuja la espiral).
Así es también la línea del poema, o de determinadas canciones -la poesía de los pueblos tradicionales-:
Dichoso pueda caminar.
Dichoso con abundantes nubes negras pueda caminar.
Dichoso con abundantes lluvias pueda caminar.
Dichoso por un sendero de polen pueda caminar.
Dichoso pueda caminar.
Igual como fue en días lejanos ahora pueda caminar.
Todo sea bello delante de mí.
Todo sea bello detrás de mí.
Todo sea bello debajo de mí.
Todo sea bello arriba de mí.
Todo sea bello alrededor de mí.
En belleza esto termina.
En belleza esto termina.
Éste es un poema de los indios navajos de Estados Unidos, incluido en la Antología de poesía primitiva que preparó el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. En su prólogo, Cardenal recoge variados testimonios de la percepción que estos pueblos tienen de la práctica poética. Con la poesía, creen los motilones de Colombia, “el indio puede oír el alma”; los maidu de California piensan que transmite la luz interior: “no se necesita la luz de las hogueras porque se tiene la luz interior”, afirman. Un indio de la tribu fox considera que cuando cantan a su Dios, Manitú no puede dejar de oírlos, “es como si estuviéramos cantando en su propia casa”. Los sioux dicen que sus poemas los reciben en sueños y que se necesita también el poder de los sueños para cantarlos. Para los esquimales, los cantos proceden de las almas que están en la región de los muertos. En algunas tribus de EEUU, el canto es una propiedad y no puede cantarlo nadie sin la autorización del autor; uno puede morir sin haber cantado su canto nunca a otros. La investigadora Mary Austin oyó a un anciano yokut cantar su canto de muerte; decía así: “Toda mi vida / he estado / buscando”.
Los de los huitotos de Colombia son cantos muy antiguos, con palabras ya en desuso, cuyo significado los nativos apenas conocen; también los yumas cantan con palabras cuyo sentido se ha perdido ya. Entre los guaraníes, en cambio, hay un tipo de cantos comprensibles para todos; pero en otros utilizan una lengua sólo al alcance de los ancianos y ancianas de intensa vida espiritual, y en otros aún, un lenguaje secreto: los llaman “los cantos verdaderos”, ininteligibles incluso para quien los canta. En ciertos pueblos, los cantos se pueden comprar por sumas de dinero, a veces muy elevadas; un indio navajo afirmaba: “yo siempre he sido pobre, no conozco ninguna canción”.
Es bien sabido que estos poemas o cantos tienen en muchas culturas poderes o propiedades curativas, y también valores religiosos o místicos. Hay poemas extensos, cuyo canto dura varios días con sus noches, pero en general suelen ser breves; de hecho, a estos pueblos les parece que los poemas de los blancos “hablan demasiado”. Un indio papago precisó: “nuestros cantos son tan cortos porque sabemos mucho”.
En el extraordinario depósito de poemas que es esta antología, los hay así:
Ya hi yu niva hu
hi yu niva hi yu niva hu
ya hi yu niva hi na he ne na
hi ya hi nahi ni na
hi yu niva hu
hi yu niva hi yu niva hu
ya hi yu niva hi ya he ne na.
Pertenece a los comanches de Estados Unidos; es pura sonoridad expresiva que, según el ritmo y la entonación de nuestro ánimo, transmitirá energía o lamento, alegría o pesar.
Los hay tan sencillos y cargados de sentido como éste de los maorís de Nueva Zelanda, que nos da la clave en su título y nos lleva absortos y suspendidos en sus versos:
La pérdida de la tierra de los antepasados
Ahora el único lazo que nos une
es esa nube tenue que allá va.
Asombra lo próxima que la poesía de la cultura “occidental” está de las tradiciones poéticas que se denominaron “primitivas”. Pienso en Emily Dickinson, en Paul Celan o Else Lasker-Schüler, en Juan Ramón Jiménez.
Cuando he trabajado con estos poemas en clase, les propongo a los estudiantes un ejercicio de escritura: “Aunque normalmente las canciones son de uso colectivo, para los yakut de EEUU el canto es una propiedad personal y nadie puede cantarlo sin permiso de su autor. Se puede regalar un canto a un amigo, o legarlo a la tribu, o morir sin haberlo cantado a nadie más que a su Dios. Escribe tu propio canto, un canto que te exprese”. Algunos de los textos que resultan son tan enigmáticos y verdaderos como los seleccionados por Ernesto Cardenal.

http://olvido-valdes.leer.es/2009/03/27/hello-world/

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